Un complemento que caracteriza inequívocamente la Hermandad de San Juan Evangelista, y que le acompaña en todas las procesiones, es el “Carrico”. Se trata de una bocina larga, cónica, terminada en una boca muy ancha, construida en metal y apoyada sobre dos ruedas. Es portado por un Sanjuanero, sujetándolo por el lado de la embocadura y rodándolo hacia delante. Tiene un sonido muy característico, que va anunciando la llegada del Evangelista. Es un instrumento “musical” muy rudimentario que suele ser común en otras Hermandades y Cofradías de distintas poblaciones con el nombre de “Bozaina” o “Bocina”. Su melodía lúgubre, sorda y triste, es como un lamento anunciador de ese momento trágico que está por venir: la Pasión y Muerte de Jesucristo.
Actualmente, la Hermandad dispone de dos carricos. El más antiguo, que se destruyó en 1936, junto con la imagen y otras pertenencias de la Hermandad. Aparecería después de la guerra doblado y chafado en el cerro de la estación, en un vertedero al que se arrojaron distintos objetos de tipo religioso durante la Guerra Civil. Según nos cuenta Jesús García Martínez, lo encontraron Joaquín Camacho y Antonio López, quienes se encargarían posteriormente de reconstruirlo y repararlo. Está realizado en chapa metálica pintado de blanco y verde con la inscripción J. H. S. Dispone de dos ruedas en la parte delantera o boca, y de una pata corta en la parte próxima a la boquilla. El Carrico, no tiene lengüeta, por lo que no puede sonar soplando simplemente. La boquilla, tiene un paso de aire mucho mayor que el de un bajo o tuba, por lo que tampoco puede ser tocado del mismo modo que este instrumento. El único remedio es vocalizar un “Uh-uh-uh” largo y repetido que la bocina amplificará a través de la boquilla. No se sabe si la melodía “cantada” pudo inventarla como parece, nuestro Presidente Manolo, o si en algo se asemejaba a los enormes “bocinazos” que diera Juan José “el Blanqueaor” antes de la Guerra Civil y que asustaban a niños y menos niños en la noche del Viernes Santo, según contaba Matilde Salmerón Martínez. Posiblemente Manolo “el de las maderas” como primer tocador de carrico de esta nueva etapa, adaptara la melodía que le transmitiera alguno de los Sanjuaneros Viejos que quedaban en la Hermandad. Este sonido es el que posteriormente aprendieron de niños Francis Ortega Abellán, su hermano Manolo y Jesus García Martínez. Algo después, también lo aprendió Pedro Ruiz Cuenca y, luego, algunos otros como Manolo Villena y Joaquín Puche, quien incluso se encargó de formar a otros chiquillos. La melodía que Manolo tocaba y que, entre otros, los hermanos citados aprendieron de él, es la que se reproduce en el pentagrama transcrito por el maestro José Auñón Paterna.
Aunque no ha sido tocador de carrico, cabe mencionar aquí a Rodrigo Fuentes “Rodri” como posiblemente el hermano que durante más años lo ha llevado. Y lo que le queda. Es imposible imaginar el Carrico sin ser portado por Rodri. Aunque últimamente necesita ya la ayuda de hermanos más jóvenes, en todas las procesiones en que desfilamos, es Rodri quien saca el Carrico de la Iglesia y lo porta hasta que sus fuerzas se agotan.
El nuevo carrico, se construyó en el año 1992. Quizás era la “asignatura pendiente” de Jesús García Martínez “Perijuan”, que no lo pudo hacer en su etapa de presidente. Animado por este proyecto, se encargó él personalmente de realizarlo ayudado por Juan López “el Moso”. Contó además con la aportación económica de José Antonio “el Largo” y Juan Huerta. Está hecho en “metal” (chapa de latón). Sus dimensiones son algo superiores al anterior, su acabado es dorado y porta una cruz de malta bañada en plata en su parte más ancha. En su estructura interna el sistema utilizado es similar al de un trombón utilizando una boquilla igual que la de este instrumento. Lleva, interiormente, unos cuantos metros de tubo de cobre de distintos grosores soldados entre sí, en un intento de convertirlo en una especie de bombardino, que es el instrumento al que más se podría asemejar su sonido.